El método Mckenzie® para valoración y tratamiento en Fisioterapia. Ventajas e inconvenientes.

Hace aproximadamente año y medio comencé en Córdoba la formación oficial de Método Mckenzie®, me llamó la atención porque es una metodología de trabajo en Fisioterapia bastante investigada (lo cual es poco común), muy útil en el tratamiento de lumbociatalgias y otras dolencias, y sin embargo en España no era muy conocida, por lo que me pareció interesante comenzar a estudiarlo. Hasta el momento, tengo terminados los dos primeros niveles (A y B) de cuatro en total, pero me gustaría continuar la formación próximamente. Además de los beneficios que ofrece el uso de este método, gracias a esta formación pude conocer a estupendos compañeros de distintos puntos de España y Andalucía de los que aprendo mucho, con lo que realizar este curso creo que fue todo un acierto.

Robin Mckenzie (1931 – 2013) es un fisioterapeuta procedente de Nueva Zelanda, de los más importantes en la historia, que, gracias a un descubrimiento casual, acabó desarrollando un método de trabajo que sería revolucionario. Además, es autor de varios libros sobre dolor de espalda.

metodo mackenzie sevilla

En esta entrada de blog voy a contar un poco en qué consiste, ya que muchos me lo preguntáis, así podéis haceros una idea de lo que os vais a encontrar en una sesión de Fisioterapia basada en este método, y por qué creo que este abordaje es tan interesante.

En una sesión de fisioterapia basada en este método es muy importante (en realidad, es importante SIEMPRE, para saber qué vamos a hacer y por qué) la historia clínica, que consta de dos partes diferenciadas (pero relacionadas entre sí): la entrevista clínica, donde recogemos datos de diversa índole como salud general, historial clínico, pruebas diagnósticas, zonas de dolor, evolución, posturas / actividades que agravan o mejoran el cuadro doloroso…. En definitiva, gran cantidad de información que nos va a ir ya orientando sobre el problema que podría presentar el paciente. La segunda parte de la historia clínica se refiere ya a la exploración física, donde observamos al paciente en su estructura, la postura, test especiales y el movimiento. Esto es fundamental, porque precisamente a través del movimiento es como se trabaja con este método. De hecho, lo primordial en el método es la respuesta del paciente a los movimientos repetidos. El fisioterapeuta elige un movimiento y pide al paciente que lo repita de una manera determinada; cada cierto tiempo, reevaluará, es decir, verá qué ha pasado, si ha habido cambios en los síntomas y en la mecánica en relación con lo que se valoró inicialmente. El fisioterapeuta también puede usar otro tipo de test (por ejemplo, test neurales). Según la respuesta que tenga el paciente, el fisioterapeuta catalogará su problema dentro de una subclasificación algorítmica creada por Mckenzie, y en función de esto, pautará una serie de cosas al paciente para realizar en su domicilio, generalmente un ejercicio y una corrección postural. Esta clasificación es provisional y debe ser confirmada en visitas sucesivas, donde se volverán a testar de nuevo el movimiento, los síntomas y otros aspectos. El paciente debe ser subclasificado en uno de los síndromes descritos, que son el derangement, el síndrome de disfunción y el síndrome postural, cada uno de los cuales tendrá un tratamiento específico, pero también puede ser encuadrado en la categoría Otros. Todo ello dependerá de la respuesta que haya ido teniendo a lo largo de las sesiones, y tras el trabajo en el domicilio. La subclasificación en distintos síndromes ha mostrado mayores beneficios en el tratamiento del dolor lumbar inespecífico (que son la mayoría de los dolores lumbares, como he comentado en alguna otra entrada de blog).

Una de las bases fundamentales del método es colocar a los pacientes en el centro del proceso terapéutico, como protagonistas de su propia recuperación, eliminando miedos y fomentando a largo plazo la independencia del paciente de los terapeutas. Se trata de buscar un ejercicio que posibilite el autotratamiento por parte del paciente, y en la mayoría de las ocasiones también alguna corrección postural. Los pacientes han de responsabilizarse de su estado, y para poder avanzar deben implicarse en el proceso, gracias a la información y el apoyo brindado por los terapeutas. A esto le llamamos en ciencias de la salud “locus de control interno”, y ya ha quedado demostrado gracias a la evidencia científica que los pacientes que adoptan este rol mejoran más que aquellos que no lo hacen, abrazando intervenciones pasivas donde ellos realmente no tienen ningún papel (en estos casos hablaríamos de locus de control externo). Esto es especialmente importante en el campo del dolor neuromúsculoesquelético, ya he dicho en varias ocasiones que para poder avanzar el paciente ha de afrontar activamente el problema, implicándose, y siguiendo las recomendaciones e indicaciones dadas por el fisioterapeuta, que debe tener también muy en cuenta los objetivos y expectativas del paciente. Hace poco, en una actividad formativa muy interesante del colegio de fisioterapeutas veíamos la importancia de esto, y en un futuro no muy lejano me gustaría escribir un poco sobre ello. Esto que ahora vemos bastante claro, ya Robin Mckenzie lo postula en el siglo pasado, así que además de un gran fisioterapeuta fue un pionero en este aspecto. Entendía que los sanitarios debemos proveer a los pacientes la educación necesaria para poder gestionar sus problemas de salud de manera independiente siempre que fuera posible, aumentando su protagonismo y reduciendo costes sanitarios (en sanidad pública pero también privada).

Otras de las características es que se trata de un método centrado en la respuesta del paciente, esto es, las respuestas de cada persona a las estrategias de carga aplicadas. Esto quiere decir que nos vamos a centrar en cada paciente aquí y ahora, no se trata de dar una batería de 20 ejercicios generales “para el dolor de espalda”, que quizás puedan ser útiles pero en una fase posterior, se trata de buscar aquello que realmente va a ayudar a cada uno, lo que además aumenta la adherencia al tratamiento. Normalmente un solo ejercicio, sencillo, y puede que alguna corrección postural.

Los métodos de tratamiento basados en la respuesta del paciente también han demostrado ser más útiles para el dolor de espalda (y en otras zonas) que otras metodologías.

¿Qué tipo de pacientes pueden beneficiarse de este método de tratamiento?

En general cualquier dolor de espalda, cervicalgias, cérvico-braquialgias, hernias, lumbalgias, ciáticas…, agudas o crónicas, y también dolores en las extremidades. Hay ocasiones, en cuadros muy agudos, en que es mejor ir modulando el dolor, y esperar unos días porque pueden ser muy irritables al inicio.

¿Todo el mundo responde positivamente al tratamiento con este método? Pues no, hay casos que por su gravedad no van a responder, los fisioterapeutas debemos saber detectarlos y derivarlos al profesional correspondiente; el resto de pacientes, inicialmente candidatos, pueden tener una respuesta positiva al método o no, pero esto solo podemos saberlo tras la valoración y el tratamiento.

El modelo explicativo en el que se basa el método es el disco intervertebral como principal fuente de dolor de espalda, aunque también otras estructuras. Basándose en la biomecánica del disco, teóricamente con este trabajo podemos hacer que las estructuras vuelvan a su posición adecuada. Con lo que sabemos hoy día, me inclino más a pensar que lo que ocurre es una mejora de la biomecánica general y una serie de efectos positivos a nivel neurofisiológico, pero esto es solo una opinión, son necesarios más estudios para valorar esto.

Desde que comencé a aplicar esta metodología, he visto un poco de todo, aunque no lo he puesto en práctica tanto como me hubiera gustado. La pasividad de los pacientes en nuestro país, unida a la creencia colectiva de que el fisioterapeuta es el profesional de la salud al que vas a que “te den masajes” son algunos de los mayores problemas para su aplicación. Como ya he comentado más arriba, se trata de autotratarse con ejercicio y postura, lo cual debe ser repetido a lo largo del día varias veces. Cuando uno quiere “que le curen” sin ningún tipo de responsabilidad, difícilmente va a ser candidato a tratamiento con Mckenzie. A veces, las barreras nos las imponemos nosotros mismos, los profesionales, que no sabemos transmitir a los pacientes la importancia de este trabajo y las ventajas que puede suponer a largo plazo, en cuanto a independencia y ahorro económico, o bien prejuzgamos a las personas pensando que no van a involucrarse, sin siquiera darles una oportunidad.

De todos los pacientes que he tratado con Mckenzie he visto de todo; gente que no ha respondido, personas que no han vuelto a una segunda visita porque aquello no les convencía, buenas evoluciones, evoluciones espectaculares (algún caso que ha podido evitar al menos de manera temporal una intervención quirúrgica)… Esto me ha enseñado a no dar nunca nada por hecho; casos que me parecían imposibles han mejorado bastante, y al contrario, casos inicialmente “sencillos” no han respondido bien con esto y al final hemos empleado otras metodologías.

Otra de las cosas que he aprendido más con este método es la conveniencia de realizar una historia clínica bien estructurada. En mi caso, que soy una persona bastante dispersa, una hoja de evaluación como la de Mckenzie me ayuda a centrarme y no olvidar información que puede ser importante, para poder establecer una hipótesis, pero también para descartar problemas de salud potencialmente graves que deben ser atendidos por especialistas.

Por tanto, se trata de una metodología de trabajo con grandes virtudes, y cuyo mayor inconveniente para mí es la dificultad para la adherencia de los pacientes.

Espero que con esta entrada de blog podáis haceros una idea un poco más clara del trabajo con este método.

Más información: https://www.mckenzieinstitute.org/

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